Apuntes sobre la formación del profesorado

Yo quería ser biólogo, pero no conseguí el notable que necesitaba para que me dieran la beca que cubriría los gastos de mi carrera, así que decidí hacer magisterio.

El primer curso mis apuntes de clase eran valorados por el resto de compañeros y compañeras. El segundo curso me resultaba mucho más interesante el tiempo que pasaba en la cafetería. El tercer curso fue el año de prácticas. De los tres, el último no lo olvidaré nunca.

No era un caso único entre mis compañeros y compañeras, más bien al contrario.

Cada uno de los tres años me sirve para plantear las siguientes reflexiones.

Somos muy buena gente la que nos dedicamos a esta profesión, salvo alguna excepción, como en todos los colectivos. Pero, ¿no estaremos entre los peores profesionales? No nos piden ese notable, ni siquiera un suficiente. Si no puedes seguir otros estudios, puedes hacer magisterio en este país. También es lógico pensar que para atender al alumnado menos competente se dedique el profesorado idóneo, admitiendo algunas singularidades, por supuesto. Sinceramente, en este momento no recuerdo a ninguno de mis profesores, ni siquiera a los del primer curso.

Tampoco sería conveniente que el colectivo de docentes estuviera formado por las personas que han sabido adaptarse mejor al sistema existente, porque se correría el peligro de seguir transmitiendo procesos y valores que son necesario transformar. Siguiendo esta línea de pensamiento he releído el artículo de Javier Martínez Aldanondo, Gerente de Desarrollo de Proyectos en Chile de GEC (Grupo UOC/Catenaria), que publicó hará algo más de un año en Quaderns digitals y del que apunto algunas citas que habría que leerlas en el contexto del artículo.

"¿Alguien iría a la universidad si no le diesen un título con el que poder acceder al mercado laboral?"

"Parece como si no nos diésemos cuenta de que la misión de la educación es preparar y dar herramientas a nuestros jóvenes para enfrentar con garantías la vida que tienen por delante".

"El conocimiento necesario para sobrevivir en el mundo actual es tácito y se obtiene mediante la experiencia y la práctica, en la vida diaria y por regla general sin conciencia alguna de que se adquiere" “no aprendemos escuchando, lo que tenemos que aprender lo aprendemos haciendo”.

Recordaría con emoción mis dos primeros años de magisterio si, como el tercero, hubiesen sido prácticos. Hubiera tenido la necesidad de conocer y debatir planteamientos y corrientes pedagógicas en la universidad, y sin embargo me surgió después esta ansiedad. Han sido los lugares y sus gentes, las escuelas, los alumnos y alumnas que he tenido, los compañeros y compañeras con los que he compartido mi trabajo, los que han creado en mí, un determinado carácter, una forma de hacer y de entender la educación. Estoy satisfecho conmigo mismo, por lo tanto agradecido.

Los años de universidad deberían ser eminentemente prácticos y en distintos centros, que por su contexto vayan a ser interesantes para la formación inicial del profesorado. Y la formación permanente posterior en el puesto de trabajo.

No deja de resultarme curiosa la decoración de la sala de espera de mi dentista. La foto encuadrada de su promoción sobresale por su tamaño, rodeada de unas ocho o diez certificaciones de asistencias a cursos y congresos. Con pocos años de trabajo, cualquier maestro o maestra podría empapelar la sala de mi dentista.

Por la cantidad de formación que el profesorado ha recibido sobre Nuevas Tecnologías, tendrían que estar perfectamente integradas en las escuelas y pasar ya desapercibidas. Sin embargo, después de dos décadas de formación, en general seguimos siendo reticentes a utilizarlas. La causa puede ser en cómo está planteada la formación. Fuera de la escuela se puede aprender a usar las herramientas informáticas, pero su aplicación didáctica se aprende en el aula, en el puesto de trabajo. Y es ahí donde el docente debe tener la oportunidad de recibir el apoyo y la cooperación de los colegas con experiencia si queremos conseguir la generalización del uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) en la actividad del aula. Intentar dar una formación sobre el uso didáctico de las TIC en cursos a distancia o presencialmente pero fuera del aula, es conformarse con el porcentaje de éxito que el profesorado innovador asegura de antemano y con un escaso rendimiento de los recursos humanos y tecnológicos invertidos.

La segunda generalización del programa "La pizarra digital" (tablet PC) ya está convocada en Aragón. Hagamos un buen planteamiento de la formación. Tenemos experiencias de buen funcionamiento.

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